Thursday, September 22, 2005

Tongoy

Cuando yo era bien chica, y aún no nacían mis hermanas o eran guaguas, o sea hasta antes que yo cumpliera 8 años, íbamos muchas veces a veranear a Tongoy. En ese trayecto iba mi papá y mi mamá sentados adelante del auto, un Fiat 600 rojo. A veces salíamos al alba, 5 am, pues el viaje era largo, más de 6 horas, e incluía paradas con huevos duros.

En Tongoy nos quedábamos en casa de los Ché, parientes por el lado de mi abuela paterna. Era una casa de madera asentada en una especie de boca calle de tierra, estaba asentada en altura por ende tenía vista al mar.

A dos casas, el tío Yayo, el hermano de mi papá tenía una casa. Y en la hostería más chic de la zona, la Hostería Galvés, frente a la playa zocos, se hospedaban el tío Gabriel (médico y primo de mi papá) con su familia, y el tío Mario y su señora e hijos.

El lote era entretenido. Yo era muy chica, pero los niños éramos todos de la misma edad aproximadamente. Nuestros padres, cada uno en su auto, gustaban de entrar en sus vehículos a la playa, o sea nos adentrábamos en la playa grande. Ahí las 3 parejas y sus retoños, sacábamos toallas, baldes, cremas, y demás.

La mejor parte era cuando los padres iban a sacar machas, y las traían a la arena. Ahí esperaba yo con un baldecito lleno de agua, de mar, para lavar a la macha que me traía mi papá o mi mamá. El papá las abría con un cuchillo grande traído para la ocasión y las inundábamos de limón y zas, adentro... yo siempre quería más.

Tras ello, mis padres y los otros padres, volvían raudos al agua y bailando charlestón, sacaban otro tanto de machas, que los otros niños y yo esperábamos en la arena con nuestros baldes llenos de agua. Así aprendí a comer y a amar los mariscos.

Las tardes pasaban llenas de sol y machas y a veces frutas que llevaba mi mamá. La noche marina, para mí, era muy descansada. Esos fueron los mejores veranos de mi vida.

En algún momento, por la dictadura de la época, el tío Mario se fue de Chile. Y por otra parte, el tío Gabriel y mi papá se peliaron y luego, los Ché empezaron a venir todo el verano a Tongoy. Y así esos viajes a Tongoy se acabaron para no volver.

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